Orson, mago de primera.

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domingo, 10 de septiembre de 2017

Churchill, un líder humano.

Churchill es una figura indispensable del siglo XX. Ahora nos llegan sus dudas y sus temores sobre la operación Overlord, el desembarco de Normandía, en esta cinta homónima de Jonathan Teplitzky, vigorosamente interpretada en su conjunto, pero en la que domina con majestad y plena autonomía Brian Cox.
Cox resucita a Sir Winston. Compone un personaje íntimo, veraz en sus debilidades, y por ello portentoso. Un hombre empeñado en salvaguardar a una nación entera, Gran Bretaña, dueña de un imperio. Un político que reconoce sus errores, a los que teme por sus a veces funestas consecuencias, y que no está dispuesto a repetirlos.
Se avecina el Día-D, el Día más largo. El crucial momento de asaltar Francia, ocupada por los alemanes. La costa está fuertemente defendida. Se prevén muchas bajas y hace mal tiempo. El Canal de la Mancha puede ser la pasarela para la catástrofe, como lo fue en Gallipoli. Churchill se solidariza con los jóvenes soldados que deberán tomar una playa centímetro a centímetro bajo el terrible fuego enemigo. Discute con Montgomery y Eisenhower los planes de la invasión. En su opinión, hay que concentrar la batalla en el Mediterráneo, desgastando al Eje desde el sur de Europa. Ike y Monty no están de acuerdo y quieren jugársela abriendo otro frente en Normandía. 
Al final, el viejo león –que se aficionó a los puros en Cuba, mientras servía como cadete a las órdenes del general Martínez Campos—ha de claudicar. Él no es una pieza importante en la estrategia militar de la contienda; es una ficha fundamental en el organigrama político del Viejo Continente. Un líder carismático para su pueblo, el británico.
La película está llena de memorables paseos de Churchill por la playa. De primeros planos con su preocupación, con sus reflexiones. Y esos son los preciosos momentos que Brian Cox no descuida lo más mínimo para identificarnos con el individuo histórico. Es imposible no ver en Cox a Churchill, como también lo fue no identificar a Charlton Heston como Moisés, a Marlon Brando como Napoleón, o a Peter Ustinov como Nerón. 
Miranda Richardson –otra gran veterana—le da la réplica como su esposa Clementine. Una parte muy interesante del filme son las discusiones matrimoniales. Churchill era un hombre difícil, porque nunca estaba del todo en casa. Su sino era el Parlamento, la política, y durante la Segunda Guerra Mundial, los centros de operaciones. Mucha paciencia le reconoce él a su mujer, en esas condiciones poco aptas para la tranquilidad familiar.
El guion parte de una historiadora especialista, Alex von Tunzelmann, la fotografía (serena pero elocuente) es de David Higgs, y la ambientación de Chris Roope.
Película modesta, apartada de la espectacularidad de Dunkerque (Christopher Nolan, 2017), pero cercana y envolvente, con ese inigualable efecto especial que era, para Jack Lemmon, una buena interpretación.
Secundan a Churchill / Cox los mediorrelieves de Eisenhower / John Slattery y Montgomery / Julian Wadham.
La mejor secuencia de la película, la de la claudicación de Churchill ante su rey Jorge VI (James Purefoy).
Aconsejable visionarla en versión original inglesa. La dicción es excelente y los diálogos resultan sencillos. La buena vocalización de los actores es muy comentada por el público español. 
Quien ame la Historia europea del siglo XX, a quien le seduzcan emblemas como Churchill, debe ver esta película.
© Antonio Ángel Usábel, septiembre de 2017.

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