Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

domingo, 27 de enero de 2013

"Tabú" (2012), la caricia ausente.

Al finalizar el otoño de la edad media, muchas personas quedan condenadas a sobrevivir con los recuerdos del pasado.  La aniquilante soledad, la desconfianza hacia los demás, y la inquietud por su oscuro porvenir cercenan su mente, cada vez más confusa y agrietada. Es este el tema de la primera parte de Tabú (2012), esa exquisita joya cinematográfica en blanco y negro que nos regala el joven cineasta portugués Miguel Gomes (Lisboa, 1972). El largometraje, tercero de su creador, obtuvo los premios FIPRESCI y Alfred Bauer en el último Festival de Berlín.


La primera mitad de Tabú, sus primeros cincuenta minutos, nos presenta el drama de una anciana senil, llamada Aurora (Laura Soveral), ludópata por efecto del cariño y del amor que una vez tuvo, y que perdió. El juego representa la necesidad de recuperar esa ausente caricia de otro ser humano. La atiende su fiel criada negra Santa (Isabel Cardoso). Cuando falta el dinero en casa, su vecina Pilar se preocupa por ellas y procura ayudarlas. Pilar (Teresa Madruga) es una mujer soltera, madura, altruista y solitaria, cuyo único amigo es un pintor de óleos horribles, un hombre simple, de buen corazón, mitómano e infantil. Ambos coquetean inocentemente el uno con el otro, como figurines desprendidos de un tapiz renacentista. Pilar se vuelca en Aurora, hasta que esta enferma y se la ingresa en el hospital. Antes de morir, la anciana garabatea el nombre y la dirección de una persona, un tal Ventura.

Pilar investiga el paradero de ese Ventura, y lo descubre en un asilo. Entonces Ventura cuenta la historia de Aurora: ella tenía una granja en África, en la falda del monte Tabú… Comienza Paraíso, la segunda parte del drama. Una segunda mitad bellísimamente rodada sin diálogos, con la voz en off del propio Gomes como narrador, con ajustadas canciones melódicas  y estratégicos sonidos cotidianos. Aurora (Ana Moreira) fue una bella mujer sensible, instruida, con un trastorno bipolar, y dueña de una plantación de té. Casada con un compañero de estudios, conoce a unos vecinos, y se enamora de uno de ellos, Ventura (Carloto Cotta), un buscavidas bisexual con el que mantiene una tórrida relación infiel. Ese hombre era el que ella hubiera deseado para sí. Pero Ventura no tiene arrestos suficientes, y decide trazar su propia novela por separado, aun cuando no olvide nunca a Aurora.
La vida nos juega a menudo muy malas pasadas; la de no conocer a la pareja ideal a tiempo, en el momento preciso, es una de ellas. Gomes recrea esos días de ocio vividos en África con acentuada nostalgia y suave romanticismo: las cacerías de búfalos, las reuniones de amigas, los bailes, el grupo musical con Ventura a la batería… Los objetos que ayudan a combatir el esplín, como esa mesa de ping-pong empapada por el aguacero, o el estanque con la cría de cocodrilo, dan un toque de hechizado sentir al desprendimiento de cada tarde.
Tabú, sobresaliente, encierra el don magistral de la sencillez, el lirismo hondo que puede alcanzar el lenguaje fílmico alejado del artificio grandilocuente. Nueva demostración también de que el blanco y negro facilita que la historia adquiera el verismo del reportaje. Son dos películas en una, de las cuales la segunda está llamada a permanecer en la memoria del espectador por la intensidad de un amor recitado. Ciertamente, la experiencia de Ventura y Aurora en África rezuma la completa emoción de las viejas latas de dieciséis milímetros encontradas en el desván. La magia del pasado hecho cine para deleite de quien quiera revivirlo.
Más detalles sobre esta película.
Crítica tibia.

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