Voy a recomendaros una película
que lleva varias semanas en cartel, de aventuras a la antigua usanza para toda
la familia (a partir de siete años): La vida de Pi (Ang Lee, EE.UU.,
2012). Es la historia de un muchacho adolescente que tiene que sobrevivir en un
bote y una balsa a la deriva en compañía de un tigre. Un guiño a El libro de la selva (Zoltan Korda, 1942), con Sabú, y un
verdadero manual de lucha para sobreponerse a cualquier adversidad: la muerte
de toda la familia, el castigo del sol y del salitre, la superioridad del
hombre sobre la bestia. Centrada, como Náufragos
(Lifeboat, 1944) de Hitchcock, en un reducidísimo espacio en alta mar, la película de Lee es de
una belleza sorprendente y a la vez cautivadora.
Pi, para evitar ser devorado por
el tigre, que formaba parte del zoo de su padre, se construye una balsa que
amarra a la barca salvavidas donde anida el feroz animal. Debe conseguir
alimentar al tigre con atunes y todo tipo de peces, para evitar que se le eche
encima y lo devore a él. Un juego de suspense magníficamente planificado y
fotografiado, con espectaculares escenas de conatos de defensa y ataque, y con
la impronta de una fábula moral impregnada de lo real maravilloso: el
majestuoso porte de los tiburones ballena, los bancos de peces y de medusas
fosforescentes, la nube de peces voladores, la isla de helechos ácidos. Más de doscientos veinte días en el océano, en
una ardorosa gesta inspirada por clásicos como las narraciones de Salgari, El viejo y el mar, de Hemingway, y Relato de un náufrago, de García
Márquez. Cine verdaderamente añorado y
agradecido.
Una película con fondo
neoexistencialista: nada en la vida queda. Todo muda. Día tras día se queman
etapas, y ninguna de ellas vuelve. Cualquier cosa es relativa: el primer amor,
las amistades, el presente y los planes de futuro. Cuando venimos al mundo,
estamos solos. A solas con nosotros mismos, con nuestro aprendizaje y
nuestra valoración de la realidad. Debemos aceptar este hecho para no hundirnos
ni sucumbir. Quizá, allá arriba, Dios cuida de nosotros, pero no lo vemos, y
nada puede hacer si no nos preocupamos por nuestra supervivencia y bienestar.
***
El largometraje de Ang Lee adapta
una novela del autor canadiense Yann
Martel, publicada en septiembre de 2001. A su vez, Martel tomó ideas de la
novela corta Max y los gatos (1981),
del brasileño Ian Moacyr Scliar, historia de un judeo-alemán que se aventura en
el océano en compañía de un jaguar. El guion de la película es obra de David
Magee.
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