Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

sábado, 13 de octubre de 2012

El Cine por dentro.

La noche americana (1973) es el título español de Je vous presente ‘Pamela’, realización de François Truffaut que ganó el Oscar de 1974 a la mejor película de habla no inglesa. Además obtuvo otras tres nominaciones: guion (F. Truffaut, Jean-Louis Richard y Suzanne Schiffman) , director y actriz de reparto (Valentina Cortese).
 
Filmar con noche americana es un artificio del cine que consiste en rodar a plena luz del día las escenas nocturnas, mediante la colocación de un filtro oscuro ante el objetivo de la cámara. Este largometraje constituye un emotivo y sencillo gran homenaje al cine como arte, al cine por dentro y desde dentro. A Jonás, que es ahora el espectador, se lo traga la ballena para que vea sus entrañas, no otras que los entresijos de hacer un largometraje: los trucos y el plan de rodaje, las adecuaciones del guion a la filmación, la repetición de escenas por nimios detalles, la preparación del plató y de los decorados, las falsas lluvia y nieve, los trágicos imprevistos… Pero, sobre todo, asistimos a la historia humana: los actores –a veces divos para nosotros-- son presentados como seres de carne y hueso, con sus crisis amorosas, sus fuertes inseguridades y sus debilidades. Les vemos interactuar, también, con los miembros del equipo técnico.
Vi esta película siendo adolescente, y de ella me cautivaron entonces dos elementos: el rodaje en el cuidado plató de exteriores, con la boca de metro, los figurantes y los travelling de la cámara; y, muy notoriamente, el sueño del director, donde aparece cuando era un muchachito y se acerca de noche a la puerta de un cine; con un bastón (seguramente, tomado prestado al abuelo) engancha y aproxima hacia sí un perchero donde se exhiben los afiches de la película programada, que no es otra que Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles. El niño va desprendiendo una a una las fotografías del filme, hace con ellas un montón y se marcha apresuradamente con aquel valioso tesoro.

Ese hurto, más que posiblemente veraz y autobiográfico del propio Truffaut, sintetiza todo el amor que se puede sentir hacia el cine como arte. Por otro lado, ¡cómo han cambiado los tiempos! ¿Qué chico de catorce años de hoy se interesaría tanto por una película de corte “intelectual” como Ciudadano Kane? Lo más seguro que ninguno. Pero en aquella época, sí. En aquellos duros, inciertos, vacíos y largos años existencialistas de la posguerra europea los niños maduraban antes, se interesaban con presteza por el mundo de los adultos. Kane no solo cuenta la vida de un magnate de la prensa norteamericana, sino que es, en sí misma, renovadora e innovadora. Los contrapicados que dejan ver los techos, el multiperspectivismo narrativo, los documentos gráficos… Una obra adulta. Y esa propuesta narrativa y visual de Welles es la que cautiva al joven ladronzuelo, futuro director de cine él también.
Por añadidura, era el momento en que los realizadores europeos reconocían una deuda importante con el cine hecho en Hollywood. Con Welles, con Hitchcock (del cual Truffaut es autor de la mejor semblanza, plasmada en una larga pero fascinante entrevista), con Ford, con Mankiewicz, con Lang… El cine norteamericano de aquellos maestros era entendido no ya como un muestrario de estrellas (una de Gable, dos de Grant, tres de Greta Garbo), sino como obra de arte digna de consideración y de meticuloso estudio. Si quieres aprender a hacer cine, fíjate en tal o cual secuencia, en tal o cual plano, en el montaje, la luz, el encuadre y el color. El cine no es solo para pasar el rato; está también para enseñar.
No se puede decir más con menos. La secuencia comentada del sueño del director es una hermosísima, eterna reverencia al universo cinematográfico, no solo campo de entretenimiento, sino monumento visual, sonoro y narrativo.

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