Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

domingo, 18 de septiembre de 2011

"The History Boys".


Una película “Indie”, de 2006, producida por Fox Searchlight Pictures, con guion del dramaturgo Alan Bennett (La locura del rey Jorge), basado con fidelidad en su obra de teatro homónima. The History Boys es una película sobre Educación, sobre ocho chicos que estudian en una escuela pública británica y que quieren superarse y aspirar a entrar en Oxford. Para lograrlo, cuentan con la ayuda de tres profesores, a quienes el director encarga esta misión especial. Uno de ellos es veterano, pero aplica fórmulas poco ortodoxas en sus clases, como ir saltando de un tema a otro, tocar y cantar melodías de comedias musicales, o practicar otro idioma mediante juegos de roles. Su ánimo anárquico, pero simpático a los muchachos, contrasta con el de un joven docente que ha llegado nuevo, serio, metódico, racionalista, y presuntamente graduado en una universidad de prestigio. De mediadora entre ambos planteamientos formativos actúa una profesora también experimentada.


A pesar de tratarse de una escuela pública, los profesores y los alumnos llevan chaqueta y corbata (o pajarita) y se mantiene en el centro un aire de pulcritud y etiqueta. Las escenas rodadas durante las clases son una delicia, por la sustancia dialéctica que se despierta entre enseñantes y pupilos. Como los chicos DESEAN APRENDER, ambos métodos –el racionalista y el anárquico—van ofreciendo buenos resultados, y la empatía que se crea entre las partes crece y es gratificante.

Sin embargo, a mitad de la cinta aparece un tema nuevo, transversal, que desluce un tanto el conjunto en cuanto que desvía la atención del espectador. De una interesantísima película sobre técnicas educativas, se involuciona a un filme sobre la homosexualidad vivida como drama. Si hay algo que tienen en común los dos docentes que preparan al grupo es su inclinación afectiva, hacia los hombres. El profesor anárquico acerca en su moto a algún alumno hasta su casa; encomiable favor que se ve ensuciado por descarados toqueteos durante las paradas, en los cruces y pasos de cebra. Un buen día, una guardia de tráfico repara en la desviación del adulto, toma la matrícula y lo denuncia al director de la institución. El máximo responsable prepara la expulsión del veterano docente para final de curso. Los chicos –que no viven las travesuras del reprobado como ninguna tragedia, sino más bien como un juego inocente de un vejete simpático y “guay”—consiguen aprobar sus exámenes de ingreso. Luego queda cumplida la misión.

Para evitar la expulsión del maestro, uno de los aprobados chantajea al director por medio de sus propias debilidades, con lo que consigue que todo quede en casa, y que sea el azar de la vida, por sí sola, quien ponga las cosas en su sitio. El docente más joven, recto e impoluto, es también homosexual, y está enamorado de un estudiante del grupo. Se entra aquí en otro apartado sumamente escabroso y censurable, puesto que afecta a lo que estaría dispuesto a hacer el muchacho por su preparador, agradecido como está por su trabajo.

El error de la cinta es tratar las relaciones íntimas entre adultos y menores como travesuras banales, cuando es un hecho triste y gravísimo que no debería trivializarse nunca. De una excelente historia sobre la necesidad del esfuerzo personal para aprender, pasamos a un drama sobre sexualidad reprimida y sobre conceptos equívocos de legitimidad más que dudosa. The History Boys plantea un triunfo de la voluntad, pero a costa de disculpar principios poco éticos, nada sensatos y razonables.

Su mayor acierto es denunciar el lado más oscuro y barroco de nuestra sociedad, en el sentido de criticar que haya que vivir con falsas apariencias y que quien no esconde su interioridad (con su verdadero ser y sus defectos) no se hace hueco ni triunfa.

El filme cuenta con el mismo elenco interpretativo que llevó con éxito y algazara la obra por escenarios de medio mundo (Inglaterra, Australia, Estados Unidos…). Se trata de una prestigiosa producción del National Theatre, dirigida con pulso por Nicholas Hytner. Una película refrescante, simpática, añorable, pero con el desequilibrio de los aspectos morales que hemos comentado.

"Cartas al Padre Jacob".


Una película finlandesa, de 2009, y 74 minutos de metraje. Una cinta con mensaje espiritual, sumamente sencilla y alejada de toda grandilocuencia.

Cuenta la historia de una condenada por asesinar al maltratador de su hermana, marido de ella, quien recibe el indulto por mediación de un sacerdote ciego que vive solo en una destartalada casa en el campo. El cura –un hombre mayor-- atiende una parroquia a la que no va nadie (símbolo del vacío de fe en nuestros tiempos) y tiene que contentarse con auxiliar espiritualmente por escrito a la gente con problemas. La secretaria que tenía para leer y contestar las cartas se le ha marchado, y necesita una sustituta. Leila es esa nueva secretaria. Es una mujer curtida por la vida carcelaria, hombruna, dura, áspera, distante, descreída y pragmática. No entiende el ánimo altruista del cura.

Al principio, para no tener que trabajar mucho, se deshace de parte de la correspondencia que Jacob recibe tirándola a un pozo. Así al cura solo le lee algunas cartas, que ella debe responder cumplidamente al dictado. Son varios los feligreses que escriben varias veces, bien para insistir en sus dudas, o para dar gracias por las oraciones y los consejos. El P. Jacob guarda todas las cartas que recibe, apiladas en fajos bajo su cama. Son su tesoro. Su única comunicación con el mundo. Su sentido de la vida, su forma de cumplir una misión y de sentirse útil. Leila no comprende esto. No entiende de tratar de ayudar a los demás, cuando uno en realidad siempre está solo y se debe a sí mismo. El hombre está condenado a existir, a ser sin más, y no va a resultar auxiliado por ningún ente extracorpóreo. El mismo P. Jacob vive solo, y está solo: su parroquia está vacía, no se usa para nada. Ella misma está sola: no se atreve a recurrir a su hermana tras su experiencia en la cárcel. Así pues, son dos seres distintos, pero condenados a entenderse por su soledad.


Jacob representa el porqué del sacerdocio en el mundo. Aún hay personas con fe, o con necesidad de ayuda que no dudan en recurrir a un cura en busca de consuelo y de fortaleza. Él, ciego, da luz a otros. Esa “luz” es visión de lo trascendente, y también esperanza y confianza en la providencia divina. Esta cinta nos recuerda la necesidad de la fe y la razón de ser de los hombres y mujeres de fe. Un pequeño canto a la esperanza en medio de un páramo de desolación y de implacable materialismo.

[Guion y dirección de Klaus Härö, basada en el guion original de Jaana Makkonen; interpretada por Kaarina Hazard (Leila) y Heikki Nousiainen (P. Jacob)]

domingo, 4 de septiembre de 2011

Calvinismo y cine.

Robert Louis Stevenson y Herman Melville dieron ya buena cuenta de la obsesión protestante por intentar separar en el hombre el espíritu de la carne. El extraño caso del Dr Jekyll postulaba el fracaso de los ensayos de laboratorio en el intento de librar al alma de su lado más innoble y oscuro (Mr Hyde). La tragedia de Ahab al perseguir infatigablemente al monstruo marino de las profundidades, Moby Dick, el demonio de perversión salvaje que un día le arrebató una pierna, queda también como testimonio de esa locura contra natura.

Ambos relatos han tenido diversas adaptaciones cinematográficas, de las que no vamos a hablar ahora. En cambio, sí vamos a tratar de dos largometrajes bien interesantes, clásicos hoy muy olvidados, que sin embargo merece la pena rescatar. Me estoy refiriendo a Misión en la jungla y Hawaii.

Misión en la jungla (The Sins of Rachel Cade, 1961) está dirigida por Gordon Douglas, un realizador artesano, afín al clan Sinatra, e interpretada por una bellísima protegida del grupo, Angie Dickinson, rubia sensual de maravillosas piernas (ahí está Rio Bravo) y notable actriz. El guion es de Edward Anhalt (responsable de Becket). La película cuenta la historia de una misionera recatada enviada al Congo Belga en 1939. Rachel Cade debe ganarse a pulso la confianza de los nativos, cosa que consigue cuando sus dotes curativas comienzan a hacer efecto frente a la superstición tradicional. Su medicina salva niños. Rachel quiere, además, lograr la santidad en el mundo. Quiere mantenerse pura y sin tacha. Consagra su castidad a una vida de beneficencia y entrega a los demás. Pero su filantropía está reñida con los avatares que impone a la larga la madre Naturaleza. Porque a menudo las cosas no salen tal cual uno las entiende y planifica. La vida las retuerce como raíces y lianas.


Rachel predica el amor dentro del matrimonio y condena las relaciones extramatrimoniales. Desdeña a Peter Finch, el delegado militar en la región, y se retrae conventualmente. Pero todo cambia cuando un apuesto médico norteamericano (Roger Moore) llega caído del cielo --nunca mejor dicho-- al estrellarse su avión en plena selva, y se ofrece a ser por una temporada el auxiliar que la enfermera necesita en los casos más delicados. ¡Qué bien le viene a Rachel un doctor para su hospital de campaña! Entonces hará todo lo posible para retenerlo a su lado, incluso traicionar su decálogo ético. La enfermera se enamora del doctor, cede a la quemazón que persigue a toda criatura, y se acuesta con él. El médico se restablece pronto y es vuelto a requerir para el servicio en la guerra mundial. En su ausencia, Rachel se escandaliza, pues descubre su embarazo. Ya no sirve para su misión tropical de redimir almas perdidas. Ella es tan pecadora como quien más. Sin embargo, la comunidad nativa, que acaba acogiéndola como benefactora, no la juzga en ningún momento. Tampoco permitía Cristo juzgar al prójimo. Cuando el doctor se entera de que va a ser padre, regresa para llevarse consigo a Rachel a Boston. La chica, sin embargo, está casada con su trabajo social en la comunidad y no desea irse. Además descubre que el consorte la quiere solo por la criatura y que alberga fuertes ambiciones elitistas que no van con el lugar. Entonces decide abandonarlo y quedarse en el Congo con su hijo. Madre soltera, pero no sola en la vida, porque en su rescate se supone que llega el agregado militar belga, Peter Finch, sufrido viudo redentor.

Rachel ha tenido que amoldar su código de conducta a las circunstancias adversasque impone la vida. La vida es la que moldea y doblega muchas veces; la que hace que Fortunata quiera a un tarambana como Juanito Santa Cruz, y que no esté enamorada de un hombre bueno e infeliz como Maxi. Por eso es tan difícil alcanzar cualquier "santificación" en el día a día de la existencia. Y por eso se da también la Misericordia de Dios, que no ha venido a salvar a justos, sino a pecadores. Dios perdona los errores humanos, que pueden darse aunque uno luche contra ellos.

Una cinta que apenas ha envejecido, rabiosamente actual, osada, atrevida, meritoriamente avanzada a su época, y sorprendente en su audacia antimoralista.

*  * *

El segundo largometraje que comentamos ahora es Hawaii (George Roy Hill, 1966), con guion de Dalton Trumbo (Espartaco, Papillón) y Daniel Taradash, basado en una novela-río de James A. Michener (trad. al español en Plaza & Janés, 1978). Cuenta el afán evangelizador de un clérigo calvinista, Abner Hale (Max Von Sydow) en el archipiélago de las islas Hawaii. Para conseguir el permiso de predicar, se le impone que vaya casado. El hermano Hale es un dogmático zangolotino que tiene que convencer a una abnegada y comprensiva Jerusha (Julie Andrews) de que sea su esposa y le ayude a salvar salvajes. La mujer accede y lo acompaña a conocer a la reina Alii Nui, que quiere a toda costa aprender a leer y escribir y de paso abrazar a Jesús y sus leyes. Jerusha simpatiza de inmediato con los nativos, pero no así Abner, empecinado en imponer sin transiciones la Palabra de Dios. Descarga con áspera virulencia sus ominosos versículos contra las costumbres paganas, como la de casarse entre hermanos de la realeza, adorar a dioses protectores, caminar y retozar desnudos y complacer a los marineros en sus cortas escalas. La intervención de Jerusha aminora esta furia predicadora, y el rendirse a la mano de la Naturaleza, cuyo viento tumba un templo de paja torpemente construido al margen de la sabiduría de los hawaianos.

Jerusha pacifica el rencor fundamentalista de su esposo Abner, y le hace ver que aquellas son buenas gentes, aunque no sigan el código de la Biblia. Dios no se olvidará de los que son buenos y obran buenas acciones, aun cuando no le presten mucha atención ni le sigan al pie de la letra. Hay un lugar en la Salvación para ellos. Poco a poco Abner va cediendo y se va integrando en la comunidad nativa. Con el tiempo, tiene tres hijos con Jerusha, que manda a estudiar a Nueva Inglaterra cuando le separan de su parroquia.



No obstante, los indígenas no llevan la razón en todo. El incesto ritual es causa de cruentas deformidades, y los niños tullidos son ahogados en el mar. Cuando Jerusha va a dar a luz a su primer hijo, Abner impide que la atiendan las parteras de la isla, y es él mismo el que la ayuda valiéndose de un tratado de medicina. Con sobrado acierto, pues el pequeño venía en mala postura y él consigue enderezarlo. Luego se entera de que, en tales casos, las parteras matan al niño para salvar a la madre. También salva la vida de un bebé que venía con una mancha de nacimiento en la cara. Pero cuando fallece la Alii Nui, la bondadosa y oronda reina, se cumple el vaticinio de un viento huracanado que abate todo, como si en verdad tuviera verdadero poder conjurador entre sus dioses.

La más entrañable interpretación del buen actor sueco Max Von Sydow, secundado por unos discretos Richard Harris y Gene Hackman.

Una valiosísima película, candidata a siete premios Oscar (actriz de reparto--Jocelyn La Garde--, fotografía en color, sonido, banda sonora, canción, efectos visuales y vestuario en color). Una superproducción inteligente, emotiva, acertadamente comedida --brillante pero no deslumbrante--, muy digna de ser recordada y recuperada.

sábado, 3 de septiembre de 2011

El Cine del verano (2011).

Deseo felicitar muy sinceramente a las cadenas la Sexta 3 (Todo Cine), Intereconomía, Nitro y 13 TV por las excelentes películas programadas y emitidas a lo largo de los meses de julio y agosto de 2011.
La mayoría, clásicos de primera línea. Hemos podido disfrutar de tres de las mejores interpretaciones del genial y natural Anthony Quinn, que lo mismo hacía de Papa (Las sandalias del pescador, Michael Anderson), que de esquimal (Los dientes del diablo, Nicholas Ray) o de revolucionario mexicano ( ¡Viva Zapata!, Elia Kazan). De una excelente aventura bélica histórica, curiosamente rodada en parte en España, La batalla de Inglaterra, con las mejores escenas de combate aéreo que se hayan filmado nunca. De Espartaco, cuyo guion de Dalton Trumbo aún es una muestra excelente de cine político e histórico de primera línea. De Topaz y Cortina rasgada, de Hitchcock. De Embajadores en el infierno, una casi desconocida e interesante cinta española sobre los prisioneros de la División Azul en la Unión Soviética de Stalin. De Duelo de Titanes, el fabuloso western de John Sturges con Burt Lancaster y Kirk Douglas sobre el mítico OK Corral. De Dos cabalgan juntos, de Ford, con unos inconmensurables Richard Widmark y James Stewart. De la siempre simpática La gran prueba, de Wyler. De la miniserie Karol, de Giacomo Battiato, sobre Juan Pablo II. Del controvertido documental religioso La última cima, y de un olvidado pero muy meritorio largometraje firmado por Georges Roy Hill, Hawaii, que comento en la siguiente entrada.

Por su parte, la cadena Nitro nos ha regalado dos estupendos episodios de la serie Colombo todas las tardes (de lunes a viernes, 17:00-20:15).

Con dichas emisoras de TV, los cinéfilos estamos de enhorabuena, y podemos recordar títulos a placer. ¡¡Que siga la racha!!