Orson, mago de primera.

Orson, mago de primera.

sábado, 14 de mayo de 2011

"Midnight in Paris", en algún lugar del Tiempo.

Se acaba de estrenar --viernes, 13 de mayo de 2011-- la última cinta de Woody Allen, presentada fuera de concurso en Cannes. No por casualidad, festividad de la Virgen de Fátima, ya que va de "milagros". Del milagro de la magia del cine y de teletransportarse a otra época soñada. Midnight in Paris ('Medianoche en Paris') desarrolla durante una brevísima hora y media la fantástica aventura de un escritor en ciernes, que prepara una novela ambientada en una tienda de objetos "retro", cuando en la noche pasea solo por París y suenan doce campanadas en un reloj. Entonces, un coche antiguo se detiene junto a él y alguien lo invita a subir. Lo llevan a una fiesta de finales de los años veinte, donde Cole Porter canta y toca el piano, y Scott Fitzgerald y su mujer, Zelda, espejean y seducen. Por la mañana, el escritor vuelve a su hotel y a la realidad: su novia, una "niña bien" y sus padres millonarios y republicanos. Pero cada medianoche tiene la oportunidad de repetir la experiencia, y seguir conociendo el París de sus ídolos: Hemingway, Gertrude Stein, Dalí, Picasso, Buñuel... Se enamora de una de las musas de Picasso, papel que interpreta una maravillosa Marion Cotillard, y es correspondido por ella, quien lo introduce en su diario. La chica tampoco está satisfecha con su momento y sueña a su vez con la Belle Époque. Se le concede el deseo de frecuentar el Moulin Rouge en plena efervescencia de la bohemia de fin de siglo, y ahí es donde se desata el conflicto, casi al término de la película: porque su escritor no desea retroceder tanto en la rueda del Tiempo. Nadie viene a estar enteramente contento con su presente, sea el momento que sea en que se habite. Al final, solución salomónica, ni una cosa ni otra. Nuestro hombre ni permanece en el pasado, ni se queda tampoco con el presente. El amor verdadero es su futuro, y eso es lo que elige.


Owen Wilson va de Robert Redford, pero de broma. Si uno ve el cartel promocional de la película, que aquí tenéis, le parece estar ante el protagonista de El gran Gatsby y Memorias de África paseando, feliz y a sus anchas, por los muelles del Sena. Seguramente, al director le hubiera encantado poder contar con un joven Redford para interpretar el papel del escritor. Como no tiene una máquina del Tiempo, no puede rejuvenecer al galán treinta años, así que ha tenido que acudir a un "sosias", que de lejos da el pego, pero no de cerca. Owen Wilson asume muy dignamente el rol de pasmarote, de individuo sencillo que se somete a cualquier circunstancia, pero al que la divina Fortuna se aviene a favorecer y recompensar objetivando sus preferencias. No sabemos si Owen sería consciente, durante el rodaje, de que estaba interviniendo en un proyecto llamado a convertirse en un clásico del cine actual, una película con "encanto" y glamour, llamada a ser vista una y otra vez, no tanto si acaso como ¡Qué bello es vivir!, mas sí como Pretty Woman.

Este último trabajo de Allen nos parece muy superior a la sobrevalorada La rosa púrpura de El Cairo, una historia que se antojaba sosa, ñoña y pueril. Tiene la lozanía y la gracia de La maldición del escorpión de Jade (2001), pero es más seria dentro del ambiente de comedia dramática. Se inicia con un generoso repertorio de imágenes fijas de París, tamizadas por un filtro dorado, y un excelente tema musical interpretado con orquesta y saxos. Hay que decir que Allen huye de tópicos musicales e incorpora varios temas soberbios y no manidos (alguno, de acordeón, como corresponde al lugar). Excelente banda sonora, pues, que acompaña muy dulce y románticamente a la quimérica historia. Woody Allen ha conseguido un "pleno" con esta película, un verdadero regocijo para los sentidos de los amantes del buen cine, una historia nostálgica de aire "retro" muy bien contada, y lista para ser recordada y añorada.

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Viajar en el Tiempo ha sido la gran posibilidad que ha ofrecido la Literatura y el Cine. Pensemos en la propuesta de Twain, Un yanqui de Conneticut en la corte del Rey Arturo (1889), pletórica de romanticismo y de diestro humor. O en La máquina del Tiempo (1895), de H.G. Wells, adaptada al cine en El tiempo en sus manos, con Rod Taylor. O en la ucronía de Terry Gilliam Los héroes del Tiempo (1981). El bulevar de los sueños rotos en toda una familia aparecía en el magnífico drama de Priestley El Tiempo y los Conway (1937; La herida del Tiempo, en España). Sin embargo, la mayor inspiración para Midnight in Paris, ideada y escrita por el propio Allen, se encuentra, sin duda, en el esteticismo decimonónico de Henry James y de una cinta de 1980 de aire muy bostoniano, En algún lugar del Tiempo (Somewhere in Time), protagonizada por un inspirado Christopher Reeve tras haber rodado Supermán II, y por Jane Seymour. Recuerdo que descubrí esta sencilla y deliciosa película en un viaje Madrid-Santander, en el autobús de Continental Auto. Cuenta la historia de un dramaturgo que se prenda del retrato de una actriz de los años veinte, y de su viaje hasta ese periodo mediante hipnosis. Una bella aventura, romántica y nostálgica también.

En cuanto a Gertrude Stein, papel que interpreta Kathy Bates en la película de Allen, montó un estudio en el número 27 de la calle de Fleurus, en París, donde residía con su hermano desde 1902. No siendo una escritora de talento, sin embargo era una afamada y venerada crítica de arte, y pronto su casa fue frecuentada asiduamente, como un templo pagano, por un importantísimo círculo de escritores y artistas del periodo de entreguerras. Eran "la generación perdida", norteamericanos refugiados en Europa tras la Gran Guerra, que acabaron monopolizando la literatura de su país en los años veinte.

Muy cierta es la gran amistad que unía a Francis Scott Fitzgerald y a Zelda Sayre con Ernest Hemingway. Ambos novelistas debutaban por aquel entonces, e iniciaron sus carreras, de manera paupérrima, en el periodismo y la publicidad. A los dos les costó publicar y descollar. Hemingway impregnó sus relatos de vitalismo, de un realismo conciso y directo que huía de cualquier disertación. Fitzgerald --niño pobre con aspiraciones señoriales-- admiraba a James, y reflejó una atmósfera decadente de placeres y excesos. Hemingway vivió más vida que Fitzgerald, cuya esposa acabó loca y recluida, y él mismo tísico y alcoholizado. Hemingway viajó más, cazó más y respiró aires distintos. El de París era una fiesta entre ellos.

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Midnight in Paris (EE.UU, España, 2011). Escrita y dirigida por Woody Allen. Producida por Mediapro, Versátil  Cinema y Gravier Productions. Con Owen Wilson, Kathy Bates, Adrien Brody, Carla Bruni, Marion Cotillard, Rachel McAdams, Michael Sheen. Fotografía de Darius Khondji. Distribuida por Alta Films.

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